Regenerar significa mejorar o restablecer las características originales de algo. En este caso hablamos del rostro. La cara es un espacio delicado y continuamente expuesto donde se refleja el paso del tiempo de forma inequívoca. Pero también se refleja en él nuestra identidad.
Por eso, a pesar de que queramos restablecer la calidad, tersura y jugosidad de nuestro rostro, los tratamientos faciales de rejuvenecimiento deben ser sumamente fieles a quienes somos. Jóvenes, guapas, pero ante todo, auténticas. (Y auténticos, por supuesto)
Parece obvio señalar que para que un tratamiento tenga un resultado natural debe efectuarse con productos naturales. Pero la medicina regenerativa nos muestra que así es. Porqué, ¿qué hay más natural que nuestra propia grasa y nuestra propia sangre?
El rostro pierde elasticidad, se arruga, se seca, se cae… Y eso sucede porque pierde grasa, grosor, colágeno. Pero tenemos buenas noticias: nuestro cuerpo nos ofrece esos elementos en cantidades inagotables para que los repongamos. Se trata de aislarlos de las zonas que no lo necesitan y aplicarlos en las zonas afectadas.
El tratamiento se efectúa mediante micropunciones con lo que no es necesario el paso por quirófano. Los efectos son prácticamente inmediatos y de 4 a 6 veces más duraderos que la infiltración de productos sintéticos o reabsorvibles. Y en algunos casos, incluso permanentes, ya que estos elementos siguen su ciclo vital en esa parte del rostro que se ha degenerado.